Yo también me voy. Emigro

Llevo dándole vueltas a esta idea casi dos años. Primero vino la amenaza de crisis, pero como muchos teníamos un trabajo que nos gustaba y con el que nos sentíamos realizados, no nos vimos en la cuerda floja. Luego llegaron los casos cercanos de despido. Amigos, familiares de amigos y, lo peor, familiares directos, muy directos que empezaban a moverse en el desequilibrio del que este país comenzaba a ser preso. Y un buen día te llega a ti el turno, te comunican tu despido y tú, que eres optimista por naturaleza, lo ves como un nuevo punto de partida, como un nuevo horizonte de posibilidades. Van pasando los años y compruebas, que a pesar de intentar ver el vaso medio lleno siempre, no hay oportunidades de trabajo y tu país se está yendo al garete a pasos agigantados. Así que reflexionas y decides salir de tu país para buscar nuevas posibilidades e intentar vislumbrar un futuro mejor.

Lo vas retrasando porque primero te dices a ti misma, «vamos a probar suerte en otra ciudad de España», porque quizá suene la flauta en tu ciudad o porque no tienes ni idea, mirando en un mapa mundi, de cuál, entre todas las posibilidades del planeta tierra, será el mejor destino para comenzar una vida nueva. «No te vayas a Berlín, que es un nido de españoles y no hay posibilidades ya», «pues Berlín te va a encantar y yo creo que es tu ciudad», «vete a Inglaterra, que hay mil españoles y vas a tener más posibilidades», «Inglaterra no es tan fácil como lo pintan, cuidado», «Australia es un país de oportunidades», «yo pasaría de las Antípodas porque es muy difícil conseguirlo». Y así hasta 10.000 frases hechas con su positivo y su negativo de lo que el inmenso y misterioso extranjero te puede deparar.

Y un buen día lo decides y te lanzas de pleno comprando un billete de avión. Sin saber cuáles van a ser tus posibilidades, pero con muchas ganas, que es lo que siempre te han dicho que hace falta a la hora de comenzar algo. Tú ten objetivos y ponle ganas, que lo demás vendrá rodado. Y comienzas a encontrarte a gente por tu ciudad y te vas dando cuenta de que no eres un caso aislado, «yo también me voy». Y reflexionas y haces recuento de las muchas veces que has leído el mismo estado de Facebook en los últimos meses. «Yo también me voy» es el nuevo estado de este país. O yo también me fui hace unos meses, los más adelantados, hace unos años. Y el yo también estoy planeándolo todo para irme está en la mayoría de las cabezas de gente más joven y también de gente con más experiencia que no encuentra solución en esta «España, mi querida España, esta España nuestra…».

Fotografía de Carlos Preil
http://www.flickr.com/photos/carlospreil/

Sigues viendo atónita todos los días medidas sin sentido de un gobierno que intenta enmendar este país a través de miles de mentiras que lo hunden cada vez un poco más. De un gobierno que antepone privilegios para unos pocos y medidas impuestas por la troika a personas con necesidades vitales. Y te da vergüenza y mucha rabia. Y sientes que al irte abandonas la lucha, el activismo, tu porción de energía necesaria para levantarlo poco a poco. Observas a gente como tu amiga Miriam, que ha decidido quedarse y te ha explicado sus motivos. O tu amigo Javi que dice que no piensa ser mano de obra barata de Alemania y que se queda.

Y como ellos muchos y buenos amigos, toda la gente de La Casa Invisible, de IU Málaga, de la Coordinadora de Inmigrantes, la gente del Movimiento 15M y DRY… Colectivos y personas que van a seguir dando mucha caña por aquí. Os llevo dentro en mis pequeños y prudentes pasos futuros, como inspiración de la energía y fuerza que os caracteriza.

 

Esta es mi decisión. Yo también me voy. Emigro. Espero que me sirva en crecimiento, experiencia y aprendizaje. Espero encontrar alguna posibilidad digna que sencillamente me dé para vivir. Espero curar las heridas que se te abren cuando te sientes rechazada en tu país al ir viendo viendo atónita que la cultura o los medios de comunicación, tu terreno profesional, solo tienen estas salidas en España: recortes masivos, precariedad absoluta, despidos improcedentes o censura/manipulación informativa. Pero confío en los compas que continúan dando caña con medios libres y comunitarios como Radio Vallekas u Onda Color.

Esto no es una despedida y aquí no hay tristeza. Solo quiero mandar mucha fuerza y energía a toda la gente que se queda y que está pasando por un momento difícil. A toda mi gente que va a continuar luchando y llenando de aire combativo, de libertad y verdad a este país. A todo ese tejido humano que sigue y seguirá llenando de dignidad a esta España podrida y corrompida por una clase política y financiera que nos ha arrebatado los derechos por los que hemos luchado durante siglos, pero no las ganas de seguir adelante. A los mayores que ya están cansados, pero que van a dar otro apretón y no se van a rendir y a los jóvenes que vienen con un raudal increíble de energía nueva y llena de esperanza. A los que llevan militando y siendo activistas décadas y a los que acaban de empezar porque no están de acuerdo con lo que se les está imponiendo. A mareas verdes, blancas, naranjas, negras… Estudiantes y profesores. Trabajadores y trabajadoras. Madres, padres e hijos. Abuelos y abuelas. A mi generación, supuestamente la mejor formada de nuestra historia. A mis amigos, mis padres, hermano y hermana, tíos y tías, primos y primas y a toda mi familia. Sois mi referente y estoy orgullosísima de todos y todas.

Y que esto no se para, que seguimos en marcha buscándonos las habichuelas, como dicen en mi pueblo, y hacia un mundo mejor para todos y todas.

Fotografía de Virginia Rota
https://www.facebook.com/VVirginiarota/photos_stream

¿Hacer el ridículo o no hacer nada?

Aun recuerdo uno de mis primeros miedos. Era muy pequeña y al abrir un libro solo veía letras que no entendía. Mi yaya Leonor me tranquilizaba y me decía que era normal, que aun no tenía la edad, pero que pronto iría al cole y aprendería a leer e incluso me apasionaría entrar en aquellas historias que los libros guardaban para mí. ¡Cuánta razón tenía y cuántas veces me he acordado de ese momento! Cuántas veces sigo echándola de menos ahora que ya no está… Nuestras conversaciones, nuestros momentos de abuela-nieta.

Las inseguridades y la impaciencia siempre me han acompañado, creo que juntas muchas veces pueden ser un cóctel explosivo. Tú quieres hacer las cosas bien desde el principio y resulta que no, que todo tiene un aprendizaje. O tal vez, en ocasiones, no quieres hacer el ridículo y te quedas ahí apartada viendo la vida pasar. Claro que, después de unos años de batacazos me dí cuenta de que esto de vivir no iba así. Era mucho mejor tirarse a la piscina y al menos hacerlo y equivocarte a no hacer nada y no tener esa experiencia/conocimiento. Pero empezar, hacer algo, no quedarse ensimismada, boquiabierta, petrificada… ya me entiendes.

Cuando tenía 6 años mi mejor amigo se llamaba Mario y era, posiblemente, lo que podíamos llamar el macarra de clase. Yo no tenía nada que ver con esas niñas de faldas blancas y celestes, pelos lacios y estuches con todo tipo de colores perfectamente alineados. Yo era… otro tipo de niña, dejémoslo ahí. Hacer canalladas con mi amigo el malote era mucho más fácil que intentar hablar con ellas para ser de su grupo, ya sabéis. Hasta que un día me atreví a sentarme al lado de una, le pedí prestados sus maravillosos Plastidecor para colorear un dibujo y ¡glups! Olvidé que además de impaciente e insegura siempre he sido tremendamente torpe, rompí por la mitad el color rosita. ¡Tragedia! Claro, nunca pude ser de este grupo de niñas, pero empecé a tener más amigos además de Mario, a socializar a la pequeña fierecilla que estaba hecha. Descubrí, claro, que no podía ser del grupo de las niñas populares, pero que tenía otras virtudes personales.

Aun así, no nos engañemos, los miedos siguen estando ahí. Y me encanta ese momento en el que después de sudores y bloqueos y ponerte roja llega el día en el que ese miedo se ha suavizado o quizá, con mucha suerte, se ha superado. Pero claro, nada es milagroso y, como decía Picasso, que la inspiración me pille trabajando. Basta de lamentos, ponte manos a la obra y enfréntate a ese miedo que te corroe. Te lo digo a ti, pero me lo estoy diciendo a mí principalmente. Hoy al leer el blog de mi querida hada madrina, Gaby Castellanos, me encontraba con este ejemplo de coraje que me ha puesto de muy buen humor.  Y que, por supuesto, sin remedio, me ha hecho acordarme de nuestro querido Napoleon Dynamite.

Pues eso, nuevos miedos, nuevos retos, pero, ¿qué es la vida si tienes la sensación de haberlo hecho ya todo en algún momento? Espero no experimentar esa sensación hasta que tenga 99 años por lo menos. Allá voy, a lanzarme a mis nuevos retos y a intentar que ningún miedo me frene.